domingo, 1 de noviembre de 2009


Nada de aquello tenía sentido.

Mi mejor amigo seguía siendo eso, solo mi amigo. Alguien que siempre había estado apoyándome cuando lo había necesitado, alguien con quién había compartido los mejores y peores momentos de mi vida, con quién había crecido y a quién le había hecho las mayores trastadas posibles.
Pero entonces, ¿porqué mi corazón latía desbordado? ¿Porque mi estómago estaba lleno de mariposas que tenían ganas de complicarme la vida? ¿Porque deseaba abrazarlo y besarlo más que nada en el mundo?
No entendía nada, así que cuando dió un paso hacia mí, me aparté de un salto. Vi como su rostro pasaba de la alegría a la incomprensión en cuestión de un segundo. Dejando finalmente un gesto triste es su rostro.
- ¿Qué ocurre?
No hablé. Sabía que si abría la boca empezaría a sollozar y no habría forma de pararme. Solo quería salir corriendo, pero mis piernas no respondían.
- Pensé que querrías verme después de todos estos meses...
Se acercó más a mí, en otro intento de abrazarme. Pero está vez mi piernas respondieron en otro intento de huída.
Había esperado aquél momento durante meses, deseaba volver a abrazar a mi mejor amigo y poder pasar unos días junto a él, riéndo y contándole todo lo que me había sucedido desde que se marchó, pero en un solo instante todo había cambiádo y ahora solo quería alejarme de él.
- Lo siento - empecé a sollozar sin poder controlarme - pero las cosas han cambiado.
Y me alejé de allí, escuchando como gritaba mi nombre en vano.

Se acababa de cumplir mi peor miedo: Estaba perdidamente enamorada de mi mejor amigo.

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