domingo, 9 de diciembre de 2012


Cuando lo vi me olvidé de todo. Ya no recordaba la pelea, los gritos ni los reproches, solo importaba que estaba bien y que necesitaba sentir su abrazo más que nada en ese momento.
Estaba sentado en la sala de espera, con los codos en sus rodillas y ocultando la cara en sus manos. Tenía magulladuras por todo el cuerpo, o al menos por lo poco que su camiseta desgarrada dejaba ver, y tenía la mano derecha enyesada.
- Adri... - apenas se escuchó, pero él levanto los ojos y los enfocó hacía mí.
Se levantó cojeando y me abalancé sobre él, sin pensar en lo dolorido que podía estar. Enterré la cara en su pecho y rompí a llorar, sintiendo como ascendía en cada bocanada de aire que cogía entre sollozo y sollozo. Sin dejar de acariciar mi pelo me separó de él, solo lo necesario para poder mirarme bien.
- Lo siento, yo..
- No digas nada, solo abrázame.

martes, 25 de septiembre de 2012

Me aterran los cambios cuando estoy bien con lo que tengo, creo que no estoy preparada para afrontarlos y tal vez nunca lo esté.
Pero dicen que quien no arriesga no gana, no? Pues habrá que arriesgarse!

miércoles, 8 de agosto de 2012


Lo miré y vi lo mucho que había cambiado en tan poco tiempo. Es posible que otras personas pensasen que era el mismo, pero realmente había madurado y me encantaba la nueva versión.
Miraba concentrado la carretera para intentar divisar las líneas del asfalto a través de la lluvia veraniega. Había perdido peso y sus músculos ya no estaban tan marcados, pero seguía estando en forma a pesar de haber disminuido sus horas de gimnasio por estar conmigo, cosa que me encantaba y por la cual no me sentía para nada culpable.
Llevaba su pelo castaño un poco más corto y se había acostumbrado ha hacerse una pequeña cresta, según él porque tardaba menos tiempo en peinarse y según yo porque le gustaba el toque chulesco que le daba, y ya no llevaba la cara como el culito de un bebé, la nueva barba de 3 días que se acostumbraba a dejar le sentaba de maravilla. Pero sus ojos color miel seguían siendo los mismos, exactamente igual de bonitos y profundos que siempre.
Se percató de que lo miraba y se giró sonriendo.
- ¿Qué pasa?
- Nada... Es que no me gusta esta canción, la paso vale?
Puso cara de que no se lo creía pero me dijo que la quitase. Así que pasé a la canción siguiente a pesar de que la que estaba sonando realmente me gustaba bastante.
- No se porque vamos al muelle a hacer fotos con la que está cayendo.
Lo miré con cara de pocos amigos.
- ¿Es que no sabes los bonitas que quedan las fotos bajo la lluvia?
- No - dijo poniéndome cara de pocos amigos - Pero si se lo incómodo que es conducir de vuelta a casa con la ropa mojada.
- Por eso he traído toallas - sonreí señalando el asiento trasero, donde había dejado mi mochila con dos toallas intuyendo cual sería su reproche.
Miró por el espejo retrovisor y me dedicó su medio sonrisa traviesa.
- Porque eres tú que si no..
- No se que voy a hacer cuando te eches novia - fingí morritos y decepción.
Se giró para mirarme, mientras giraba a la derecha.
- ¿Para que quiero novia si te tengo a ti? - dijo sonriendo ampliamente, adivinando la rojez que en mis mejillas iban a causar su palabras. - Ya hemos llegado.

domingo, 29 de julio de 2012


El cielo lloraba conmigo. Noté la primera gota en el brazo y sentí un escalofrío por todo el cuerpo. Ni me molesté en hace el esfuerzo de mirar al cielo, me negaba a apartar mi mirada del ataúd, sentía que podía ver a través de él y lo veía dormido y guapísimo vestido de traje. En ese momento pensé que no sería capaz de llorar, que no me quedaban fuerzas ni para eso, y el nudo de mi garganta se apretó aún más. Estaba tan destruida que no noté que había dejado de llover bajo el paraguas que mi madre aguantaba sobre mi cabeza.
- Cielo, te vas a resfriar.
Me vi reflejada como en un espejo cuando la miré. Su rostro estaba tan crispado de dolor y tristeza como supuse que debería de estar el mío, solo que en el suyo estaba la fuerza de la madurez. Intenté sonreír para agradecerle el gesto, pero mis labios no se movieron un milímetro.
Entonces, en respuesta a una orden silenciosa, todos los presentes cerraron sus paraguas y el cura tosió antes de empezar a hablar.
De ser por mi padre o por mí, el cura podría estar en estos momentos estirado en el sofá de su casa, pero mi madre insistió en que quería que estuviera allí para despedir a Raúl. El señor vestido de negro que fingía tristeza y pena por nosotros empezó a soltar un sermón, el mismo sermón que seguro había soltado cientos de veces antes en una misma situación, con cero sentimiento, así que desconecté y me dediqué a escuchar el sonido de la lluvia contra la madera de su cama eterna, a recordar su sonrisa, su ojos azules de largas pestañas, sus bromas, nuestra complicidad... Y llegaron las lágrimas, comenzaron a caer lenta y silenciosamente por mis mejillas, acompañadas del movimiento de mi pecho al respirar y del débil suspiro que salía de mis labios. No puede parar, no importaban las caricias de la gente en mi espalda, no importaba la mirada inundada en lágrimas de mi padre, ni los gestos de compasión de todos los que me miraban al pasar por delante del ataúd para dejar su flor, lo único que importaba es que él se había  marchado y que no volvería a verlo jamás.
Mi padre se acercó y me dio el ramo de rosas. Todas de color rosa, para agradecerle todas las que me había regalado en cada uno de mis cumpleaños, para que supiera que esas serían siempre mi flor preferida. Él dejó caer su amapola blanca y me apretó la mano, transmitiéndome la fuerza que necesitaba para agacharme.  Besé el ramo y lo dejé caer suspirando un débil "Te quiero".
Mi padre me ayudó a levantarme y me abrazó fugazmente.
- Se fuerte, los dos tenemos que serlo.
Pero alguien que acababa de llegar me lo arrebató de mis brazos para darle el pésame, y me quedé allí como una tonta sin saber que hacer, más perdida de lo que había estado en todo el día, sin dejar de mirar el ataúd cubierto de flores mojadas.
Y entonces alguien me agarró del brazo haciéndome girar con delicadeza. Adri estaba delante de mí, empapado y con los ojos rojos.
- Pensé que no tendría fuerzas para venir, lo siento.
No lo escuché, lo había echado tanto de menos y lo necesitaba de tal forma que solo puede tirarme a su cuello y llorar sin descanso, mientras me apretaba contra él en un abrazo eterno. Los dos lloramos y compartimos nuestro dolor hasta que mi padre se acercó a nosotros.
- Gracias por venir.
Adri se soltó del abrazo y se separó de mí, pero su mano buscó la mía para apretarla con fuerza.
- Tenía que venir. - Intentaba controlar el llanto, pero le temblaba la voz - Siento llegar tarde.
- Has llegado justo a tiempo.

domingo, 22 de abril de 2012


Porque de vez en cuando es un placer endulzar un domingo como el de hoy. A veces el cuerpo nos pide azúcar y que mejor que una tarde en la cocina creando cupcakes (o más correctamente dicho, intentando crear cupcakes)?
Pues si hay algo mejor:  Comértelos con él <3

Y mañana me voy a la rambla a buscar palabras!!

martes, 14 de febrero de 2012


No necesito que sea 14 de febrero para decir te quiero a esa persona especial, pero tampoco por estar en contra de este día comercial, que para lo único que sirve es para que los enamorados gasten dinero y los que no lo están se sientan solos, no voy a hacerlo..

Por lo tanto, TE QUIERO P! <3

martes, 7 de febrero de 2012


Es curioso...
Ya no siento mariposas en el estómago, mi corazón ya no da un vuelco cada vez que escucha tu voz, ya no sonrío como una tonta cuando me miras, ya no preciso de tus besos a todas horas como si fuesen oxígeno...
Ahora solo te necesito para seguir adelante, porque sin ti estoy perdida.
El paso del tiempo no enfría los sentimientos, simplemente cambia la forma de enfocarlos, y mi enfoque me dice que cada día que pasa te quiero más y que si alguna vez he de marcharme, que mejor manera para hacerlo que con uno de tus ataques de cosquillas.

Simplemente, te quiero!