domingo, 9 de diciembre de 2012


Cuando lo vi me olvidé de todo. Ya no recordaba la pelea, los gritos ni los reproches, solo importaba que estaba bien y que necesitaba sentir su abrazo más que nada en ese momento.
Estaba sentado en la sala de espera, con los codos en sus rodillas y ocultando la cara en sus manos. Tenía magulladuras por todo el cuerpo, o al menos por lo poco que su camiseta desgarrada dejaba ver, y tenía la mano derecha enyesada.
- Adri... - apenas se escuchó, pero él levanto los ojos y los enfocó hacía mí.
Se levantó cojeando y me abalancé sobre él, sin pensar en lo dolorido que podía estar. Enterré la cara en su pecho y rompí a llorar, sintiendo como ascendía en cada bocanada de aire que cogía entre sollozo y sollozo. Sin dejar de acariciar mi pelo me separó de él, solo lo necesario para poder mirarme bien.
- Lo siento, yo..
- No digas nada, solo abrázame.