lunes, 25 de julio de 2011

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Mi cabeza es como una tienda de relojería. Casi puedo oír el sonido de las ruedecillas del reloj, como cada diente se encaja en el sitio exacto, una y otra vez, vuelta tras vuelta.
Y las palabras vuelan sin sentido para acabar formando una frase, que llevará a un bonito párrafo, para darle sentido a esa idea que se crea en mi cabeza. Esa idea que ahora parece un mundo y que a lo mejor mañana, cuando relea lo que escrito, pensaré: ¡Menuda mierda!

Adoro las ideas locas que me vienen a la cabeza, algunas realmente innovadoras y otras asquerosamente cansinas y tan poco originales como cantar el cumpleaños feliz.

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