Todos tenemos algo que nos hace avanzar y afrontar los problemas que nos abofetean continuamente y que no paran de aparecer. Y ese algo se llama sueño.
Porque todos tenemos uno. Es posible que muchos de nosotros ni siquiera hayamos pensando nunca en ese sueño y no sepamos con exactitud cual es, pero eso no quita que siga ahí.
Cuando somos pequeños tenemos un sueño variante: hoy queremos una muñeca que llora y pasado mañana querremos un perrito de peluche que vimos en la juguetería de la esquina.
Pero los sueños van cambiando, igual que lo hacemos nosotros conforme pasan los años y nos hacemos adultos. Por eso en la adolescencia pensamos que lo que más ansiamos tener es a ese chico tan mono que hace palpitar desaforadamente nuestro corazón. Pero no es así, porque a lo mejor el año que viene ese chico moreno pasa a ser rubio o tal vez pelirojo.
No importa lo que queramos hoy o lo que nos apetezca ser mañana. Lo que realmente nos mueve es ese aspecto de nuestra vida que siempre nos ha acompañado silenciosamente. Un pequeño detalle al que nunca le hemos dado importancia pero que llega un momento en nuestras vidas en el que pensamos: joder! siempre ha estado ahí...
Y mi sueño es escribir.
Porque me he pasado toda la vida escribiendo. Porque inventar historias era mi mayor entretenimiento; porque mientras estaba en clase mi mente me sonprendía con nuevas ideas para escribir, ideas que luego se quedaban en 3 hojas de word y que aún conservo, inacabadas, pero que de año en año, cuando las leo, dibujan una sonrisa en mis labios; porque siempre llevo un boli en el bolso por si algún día tomando un café me apetece escribir algo en una servilleta; porque me gusta escribir en mi teléfono móvil una idea interesante que luego cuando llego a casa me parece horrible; etc.
Por eso y más se que mi sueño es y siempre ha sido escribir.
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