De pronto recordé aquella escalera.
Me vino a la mente un recuerdo difuminado que se había perdido en mi memoria con el paso de los años. Fue un sueño aterrador en su momento. En cada peldaño se avecinaba una tortura, con cada suspiro que soltaba en mi esfuerzo por ascender era un dolor para el corazón, y cada mirada hacía arriba un infierno infinito.
Y de repente aquella escalera volvía a mí, pero esta vez de un modo completamente distinto. En esta ocasión no se trataba de un sueño, simplemente era un recuerdo repentino.
Todo había cambiado desde aquella noche que la imaginé. Ahora ya no sentía ninguna clase de miedo. Lo primero que me invadió fue la curiosidad, como si hubiese vuelto atrás en el tiempo y fuese una niña correteando y queriendo vivir emociones interesantes. Quería saber que ocurriría si subía a lo más alto, si encontraría algo allí esperando a ser descubierto o incluso si aquella escalera tendría final.
Y después pense en ella como una salvación, como el fin de todos mis sufrimientos y mis lágrimas, como el inicio de algo completamente diferente, algo que al fin me llenase por dentro.
Así que comencé a subir, sin mirar atrás.