Pensamos que somos libres. Libres de escoger a nuestros amigos, nuestros estudios, nuestro trabajo, nuestro piso... Pero estamos equivocados.
En algún lugar apartado, completamente ilocalizado e inalcanzable para cualquiera, tenemos una historia plasmada en papel. En ella está escrito nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro. El comienzo y el final, y aunque escojamos caminos diferentes, aunque nuestras decisiones sean erróneas, jamás evitaremos llegar a nuestro final. Porque ese es nuestro destino, imposible de modificar.
Por eso se que siempre estuviste en mi historia, y que mi destino era conocerte. Porque sino, ¿de qué otra forma explicas que me enamorase de ti incluso antes de mirarte? Soñé que eras mío durante mucho tiempo, que compartía mi vida contigo, pero cada mañana volvías a ser un conocido más, y aún así esperé, en silencio. Y esperé, porque sabía que algún día me mirarías, como hacías cada día, y te darías cuenta de que yo era esa persona que buscabas.
Y lo conseguí. Llegué a esa parte de la historia en la que paso cada momento del día a tu lado, sonriendo por dentro cuando miro unos años atrás y veo lo insignificante que fui para ti y lo importante que soy ahora. Y solo eso me hace sonreír.